La Chiapanekidad debe de ser una filosofía de vida y no un disfraz sexenal
Opinión/ Políticamente Incorrecto.
Javier Opón
Quizá la primera vez que escuché la palabra chiapanequidad fue cuando era un niño y vino de mi padre don Arturo cuando platicaba sobre la fiesta del 14 de septiembre que la comunidad chiapaneca realizaba en la ciudad de México, quizá era el año 1985 u 86, cuando la escuché por vez primera y se refería a la celebración de la anexión de Chiapas a México que la comunidad de chiapanecos hacía en entonces Distrito Federal donde se echaba la casa por la ventana, hace unos meses la palabra chiapanequidad tomó relevancia de la mano del entonces candidato y hoy gobernador electo Eduardo Ramírez como una propuesta de campaña para rescatar nuestras raíces.
Cuando escuche la palabra chiapanequidad como una propuesta de campaña rápidamente la relacione con la palabra Toltekidad, una palabra que escuché por vez primer en 1998 platicando con amigos artesanos y artistas donde el tema era como retomar la sabiduría y el conocimiento de los pueblos de Mesoamérica como una forma de tener una vida apegada al cuidado de la madre tierra y en equilibrio con todos los seres vivos, el término Toltekidad llamó mi atención desde ese entonces por lo que me puse a investigar más sobre el tema; uno de los principales libros para entender este término es: “Toltekayolt Aspectos de la cultura Náhuatl” del antropólogo mexicano Miguel León-Portilla, quien rescató el concepto nawatl de Toltekayotl o toltekidad, Miguel de León Portilla no sólo fue antropólogo, fue historiador y filósofo dedicado al estudio del México antiguo, especialista en la cultura náhualt y en la investigación de las letras prehispánicas, fue a través de estos estudios que logró el nombre que los mesoamericanos dieron a su producción cultural y espiritual como un todo, La Toltekidad caracteriza al México antiguo; es su religión, su praxis, la esencia de su ser. Pero podemos dar un paso más allá, definiendo la Toltequidad como el legado común de todas las naciones cultas de la América nativa. Cualquiera que visite Bolivia, Ecuador o Perú, notará las extraordinarias similitudes que existen entre las civilizaciones de Anawak y el Tawantisuyu, la Toltekidad es tan mexicana como andina, reconocer esa base común es clave para recobrar nuestra identidad profunda como americanos, a fin de presentar un rostro verdadero y un corazón unido frente al desafío del porvenir, es ahí donde la Chiapanekidad tendría que ser en esencia toltekidad, esa de la que hablaba Miguel León-Portilla.
Con la llegada del nuevo milenio muchos empezaron a buscar nuevas formas de ver el mundo y se difundieron diversas ideas sobre la trascendencia de la raza humana y su futuro, una que tomó mucha fuerza es la del fin del calendario maya, al que desde mis conocimientos el calendario maya es infinito y según estudiosos llevan registrado por lo menos 12 mil años y lo proyectaron en una cuenta infinita como el propio universo, eso llevo a muchos a voltear a ver sus raíces, que desde luego en México está en los pueblos originarios , aquellos que hicieron florecer Mesoamérica, culturas diversas que tuvieron como cultura madre a los Olmecas aseguraban los estudiosos en el siglo pasado, hoy esa hipótesis se ha enriquecido con otras tantas, como, la que la cultura madre tiene su origen en los zoques mismos que tienen su origen en los mokayas una cultura con más de 3 mil años que ocupo parte del territorio chiapaneco, los mokayas fueron hombres y mujeres con enormes conocimientos que vivieron en armonía con el medio ambiente, la Chiapanekidad debería ser retomar esos conocimientos, muchos de ellos resguardados por nuestros pueblos.
Hasta hoy lo poco que escuchado sobre las bases de la Chiapanekidad poco o nada me han gustado, pero reconozco la buena intención de muchos, pero no basta con las buenas intenciones, pues en su mayoría son ideas sin fundamento, basadas en New age, o en portar un traje tradicional o estilizado bordado a mano, o ir de Shopping a los mercadillos “artesanales” que nada tienen que ver con las raíces de nuestros ancestros ni con la verdadera cultura de nuestros pueblos, muchos “políticos” han retomado este discurso, pero en boca de ellos suena vacío, pues sólo buscan reflectores para ser tomados en cuenta en la próxima administración que encabezará Eduardo Ramírez Aguilar, ellas vestidas de chiapaneca o de huipil ya se autodenominan las Reinas Rojas y bailan las Chiapaneca sin profundizar más; incluso las y los atrevidos hablan de descolonizar el pensamiento mientras portan un traje bordado de chiapaneca o una guayabera bordada, sin entender que este es parte del sincretismo fruto de la colonia; no tarda en que algún descerebrado se autodenomine Pakal bajo el discurso de ser parte de la Chiapanekidad y con ello “volver a nuestro origen” (nada más ridículo y vacío) sin entender lo que creo es la idea de Eduardo Ramírez y que desde mi particular punto de vista va más allá del show que han montado ellas y ellos, Eduardo Ramírez entiendo busca corregir el pensamiento empobrecido que ha llevado al chiapaneco al rezago, a la pobreza, y hoy, a la violencia; Ramírez Aguilar, percibo, busca fundar un nuevo pensamiento un pensamiento holístico, que tome fuerza de nuestras raíces ancestrales, milenarias que subsisten en nuestros pueblos originarios, que nos permitan vivir en equilibrio con nuestra naturaleza para así transitar un sendero más justo e igualitario que construya un futuro prometedor para las nuevas generaciones, esa peculiaridad destaca la necesidad de romper con todo aquello que niegue su propia historia y la posibilidad de incidir en su destino, así como de ubicarse en ella como producto y como creador permanente de nueva cultura.
La propuesta de ERA busca sembrar un Centeotl (divina semilla) una semilla que germine en la conciencia divina de cada chiapaneco y que lo conecte con sus raíces profundas, para así tener la fuerza necesaria para desarrollar un futuro basado en la fraternidad, el conocimiento y la empatía hacia lo que nos rodea, vivimos un momento histórico en el cual la conciencia de las condiciones existentes nos permite visualizar tanto los límites, como la fuerza que tiene la cultura y el saber de nuestros pueblos, en toda su amplitud y diversidad actual, necesitamos construir la sociedad de lo común, del buen vivir, de la solidaridad y la paz para que los recursos naturales sean usados con responsabilidad y así lograr la sostenibilidad y el equilibrio, en una sociedad que limita cada vez más las posibilidades de actuar por el bien común, es vital la convivencia solidaria para lograr la vida en paz y en una relación de equilibrio con los territorios donde se habita, para ello es necesario el reconocimiento de la diversidad histórico-cultural existente en Chiapas y los distintos sentidos de la historia, expresadas en cosmovisiones diversas, originando diferentes de modos de organizarse y vivir en sociedad, permitiendo valorar la coexistencia de comunidades y pueblos que comparten territorio. A nuestro entender se trata de asumir la complejidad, la diversidad, la dinámica y entender las variadas realidades, con un método que nos permita superar, como diría Marx: la visión de los filósofos “se ha limitado a interpretar el mundo de distintos modos; cuando de lo que se trata es de transformarlo” en otras palabras lo que necesita es la acción, llevar todo lo pensado a la praxis para dar así paso a la construcción de la Chiapanekidad ese todo del que hablaban nuestros ancestros.
Hablar de descolonizar es interesante, es un tema complejo pues atenta contra muchas de las ideas y pensamientos arraigados tradicionalmente dominante, desde hace siglos, la historia tiende a ocultar las diferencias ideológicas porque se le atribuye a éste el poder intrínseco de la aprobación del conocimiento, que deriva en la imposición de un pensamiento único como parte de la dominación que permite la preservación del sistema actual, en América éste modelo a dominado el pensamiento por lo menos unos 400 años y es parte de nuestra identidad. Pero de descolonización hablaremos otro día