El otoño: la danza de la naturaleza en su ciclo de renacimiento
* Mamíferos como los osos, ardillas y erizos se preparan para la hibernación o el letargo, acumulando reservas de grasa o almacenando alimentos
* Proteger este ciclo estacional es crucial. Acciones como la reforestación, la conservación de hábitats y la reducción de emisiones pueden ayudar a preservar el papel del otoño como motor de vida
Por Fernando Olivas Ortiz
Ciudad de México.-: 2 de octubre de 2025.- El otoño, esa estación que tiñe los paisajes de ocres, rojos y dorados, es mucho más que un cambio de temperatura o la caída de las hojas. Es un momento de transición, un puente entre la exuberancia del verano y el reposo del invierno, donde la naturaleza y las especies que habitan la Tierra se adaptan a un ciclo de vida que simboliza tanto el declive como el renacer. En esta nota exploramos qué representa el otoño para las especies terrestres y cómo esta estación impulsa un equilibrio vital en el planeta.
El otoño, una de las cuatro estaciones del año, se sitúa entre el verano y el invierno. Se distingue por el descenso gradual de las temperaturas, la reducción de las horas de luz solar y la caída de las hojas en árboles caducifolios. En el hemisferio norte, abarca los meses de septiembre, octubre y noviembre, mientras que en el hemisferio sur ocurre entre marzo, abril y mayo. Esta etapa, que va desde el equinoccio de otoño hasta el solsticio de invierno, marca un momento clave en el ciclo estacional.
El término “otoño” proviene del latín *autumnus*, que combina *auctus* (“aumentar”) y *annus* (“año”). Para los romanos, esta estación representaba la plenitud del ciclo anual, un punto de inflexión hacia el reposo invernal. Es un tiempo de preparación, donde la naturaleza se transforma para enfrentar los retos del frío.
El otoño es un escenario de cambios profundos para las especies terrestres. Los árboles caducifolios, como los robles o arces, desprenden sus hojas para conservar energía y protegerse del rigor invernal. Este proceso no solo crea paisajes vibrantes, sino que también enriquece el suelo con materia orgánica, alimentando a microorganismos y pequeños animales que dependen de este ciclo.
Mamíferos como los osos, ardillas y erizos se preparan para la hibernación o el letargo, acumulando reservas de grasa o almacenando alimentos. Por ejemplo, las ardillas recolectan nueces y semillas, mientras que los ciervos intensifican su alimentación para fortalecer sus cuerpos. Estas adaptaciones reflejan la capacidad de las especies para sincronizarse con los ritmos de la naturaleza, asegurando su supervivencia.
Aunque el otoño puede parecer una etapa de declive, también es un símbolo de renacimiento. La caída de las hojas y la dispersión de semillas preparan el terreno para la regeneración en la primavera. Especies como los zorros y lobos aprovechan esta abundancia de frutos y presas pequeñas para fortalecer sus poblaciones. Incluso las aves migratorias, como las golondrinas o los gansos, emprenden largos viajes hacia climas más cálidos, demostrando una resiliencia que conecta continentes.
En el ámbito humano, el otoño inspira reflexiones sobre el cambio y la renovación. Las culturas ancestrales, desde los celtas hasta los pueblos originarios de América, celebraban esta estación con rituales de gratitud por la cosecha, reconociendo su papel en el ciclo de la vida.
El otoño, con su belleza y funcionalidad, no está exento de desafíos. El cambio climático ha alterado los patrones estacionales, afectando los ciclos de migración, hibernación y reproducción de muchas especies. Por ejemplo, temperaturas más cálidas pueden retrasar la caída de las hojas o desorientar a las aves migratorias, rompiendo el delicado equilibrio que sustenta los ecosistemas.
Proteger este ciclo estacional es crucial. Acciones como la reforestación, la conservación de hábitats y la reducción de emisiones pueden ayudar a preservar el papel del otoño como motor de vida. Cada hoja que cae y cada animal que se prepara para el invierno nos recuerdan la interconexión de la naturaleza y la importancia de cuidarla.
En conclusión, el otoño no es solo una estación de transición, sino un testimonio de la resiliencia y adaptabilidad de la vida en la Tierra. Es un momento para maravillarse ante la naturaleza y reflexionar sobre nuestra responsabilidad de protegerla, para que este ciclo de renacimiento continúe por generaciones.