El Dolor de la Ausencia: Desapariciones en México y el Inicio de una Búsqueda Oficial
* El Laberinto Legal de las Desapariciones
* Una Luz en la Oscuridad: El Comunicado de la Fiscalía General de Justicia (FGJ)
Por Fernando Olivas Ortiz
Ciudad de México, 5 de noviembre de 2025. – En un país marcado por el luto colectivo de miles de familias, aceptar la posible pérdida definitiva de un ser querido desaparecido se convierte en una de las pruebas más duras del alma humana. “Qué difícil es aceptar que hay un querido desaparecido y que a lo mejor jamás se le vuelve a encontrar o saber dónde está”, confiesa una familiar anónima en un emotivo testimonio que resuena en las redes sociales, reflejando el tormento compartido por decenas de miles de mexicanos. Hoy, en medio de esta realidad cruda, una chispa de esperanza surge con el anuncio de una búsqueda oficial impulsada por la Fiscalía General de Justicia, gracias a la presión familiar y el apoyo divino que muchos invocan con fe inquebrantable.
La República Mexicana enfrenta una crisis humanitaria que deja al menos 110 mil personas desaparecidas registradas hasta 2025, según datos de la Comisión Nacional de Búsqueda. Lamentablemente, las fiscalías estatales y federales a menudo se ven impedidas por ley para activar protocolos de búsqueda inmediata, incluso cuando los familiares claman por acción urgente. La razón radica en la complejidad de clasificar estos casos: no todas las desapariciones califican como “forzadas”, un término reservado para intervenciones estatales o de grupos criminales organizados. En muchas instancias, investigaciones preliminares revelan que las personas podrían haber huido voluntariamente, escondiéndose de deudas, violencia doméstica o conflictos familiares, lo que obliga a las autoridades a proceder con cautela para evitar violaciones a la privacidad o falsos positivos.
Esta rigurosidad legal, aunque diseñada para proteger derechos, genera frustración y desconfianza. “Son muchas las personas que jamás regresan, y otras que sí, gracias al apoyo de las instituciones o de personas anónimas que dan pistas”, explica la misma familiar en su publicación viral. Casos como el de los 43 estudiantes de Ayotzinapa en 2014 o las fosas clandestinas en Tamaulipas y Guerrero ilustran el espectro: desde tragedias masivas hasta ausencias individuales que se diluyen en la burocracia. Organizaciones como el Movimiento por Nuestros Desaparecidos en México (MovNDM) denuncian que esta demora puede costar vidas, ya que las primeras 72 horas son cruciales para rastrear pistas frescas.
En un giro alentador, el reciente comunicado de la Fiscalía General de Justicia de la República (FGJ) marca el inicio de una búsqueda oficial en un caso que ha conmovido a la opinión pública. Aunque los detalles específicos del desaparecido –su nombre, edad y última ubicación– se mantienen en reserva para no comprometer la investigación, el anuncio confirma que, tras exhaustivas valoraciones, se ha activado el Protocolo de Búsqueda Inmediata.
Este incluye brigadas especializadas, análisis de videovigilancia, colaboración con la Guardia Nacional y difusión en medios para recabar testimonios.
“Gracias que Dios nos ayude “, escribe la familiar en su post de Facebook, compartiendo el enlace al comunicado oficial y expresando gratitud por la visibilidad que las redes han dado a su causa.
El caso ejemplifica cómo la persistencia ciudadana puede romper barreras administrativas: lo que comenzó como una súplica personal se ha transformado en un llamado colectivo, con cientos de interacciones que amplifican el mensaje. Expertos en derechos humanos, como los del Comité contra la Desaparición Forzada de la ONU, aplauden estos avances, pero insisten en reformas legislativas para agilizar respuestas y capacitar a fiscales en sensibilidad victimaria.
Mientras la nación lidia con este flagelo –agravado por la impunidad en el 95% de los casos, según Amnistía Internacional–, historias como esta recuerdan que la resignación no es el único camino. La combinación de fe, activismo y cooperación interinstitucional puede inclinar la balanza hacia la justicia.
Para las familias en vilo, cada pista anónima o decreto oficial es un bálsamo temporal. Que este comunicado no sea un epílogo, sino el prólogo de un regreso. En México, donde la desaparición duele como una herida abierta, la búsqueda no solo es un derecho: es un imperativo moral.
