HOMENAJE PÓSTUMO: ADIÓS A UN MARAVILLOSO SER HUMANO, DON TEO
* La muerte nos lo arrebató en un suspiro, pero su legado en los fogones lo hará eterno
Por Rafael Báez Molina
Revista Intercontinental
Culiacán, Sin. México. – La vida, caprichosa y cruel, se extingue en un instante. No avisa, no negocia, no hace excepciones. Y cuando se lleva a alguien como Teodoro Verdugo Félix, conocido por todos como Don Teo, el vacío duele en el alma de una ciudad entera.
El 4 de diciembre, el norte de Sinaloa despertó huérfano de uno de sus hijos más queridos. Don Teo, el alma del Restaurante del Hotel El Dorado, de Los Mochis, Sinaloa, dejó de existir a los 78 años, tras 54 años ininterrumpidos frente a los fogones que lo vieron nacer como leyenda viva de la cocina sinaloense y mexicana.
Un hombre sencillo, un chef monumental. Quien lo conoció sabe que Don Teo nunca alardeó. Llegaba al restaurante a las cinco de la mañana, se ponía su impecable filipina blanca y, con la misma humildad de siempre, preparaba el caldo de oso, el asado de puerco, los tacos de camarón capeado y aquel filete emperador que hizo famoso al El Dorado desde los años setenta.
Cincuenta y cuatro años de servicio continuo. Ni un día de descanso voluntario. Ni una queja.
Su cocina era memoria viva: recetas heredadas de su madre, perfeccionadas en décadas de prueba y error, y servidas con la generosidad de quien sabe que el mejor sazón lleva cariño. Generaciones enteras de comensales –desde gobernadores hasta traileros– se sentaron en sus mesas buscando ese sabor que sólo él lograba.
El amigo, el esposo, el padre. Fuera de la cocina, Don Teo era aún más grande. Esposo ejemplar de doña Lupita durante 56 años, padre de cuatro hijos y abuelo consentidor de nueve nietos.
El compañero que nunca faltaba a la partida de dominó, el que prestaba el hombro para llorar y la mano para ayudar. Quienes trabajamos con él en el gremio periodístico y gastronómico lo recordaremos siempre por su risa fácil y su frase favorita: “La vida es muy corta, hay que echarle mucha salsa”.
Su historia, contada por él mismo. Hace apenas un año, Don Teo nos hizo el honor de confiarnos su historia de vida completa. La publicamos con orgullo en esta revista Intercontinental y en varios medios locales.
Hoy, como último homenaje, la recordaremos de nuevo en los próximos días: cómo llegó de un ranchito de Badiraguato con apenas 14 años, cómo lavó trastes antes de tocar una sartén, cómo se enamoró entre ollas y comales, y cómo convirtió un pequeño restaurante de hotel en patrimonio culinario de Sinaloa.
Don Teo se fue, pero su legado no. Cada vez que alguien pida un filete a la Don Teo en El Dorado, cada vez que una abuela prepare el recaudo como él enseñó, cada vez que un joven cocinero escuche su historia, Don Teo volverá a estar vivo entre nosotros.
Descansa en paz, maestro.
El norte de Sinaloa nunca te olvidará.
Y tus fogones seguirán encendidos en nuestro corazón.
