Narcopolítica 5.0: La inteligencia criminal, las remesas y la descomposición institucional rumbo a las elecciones de 2027
* “Las guerras más eficaces del siglo XXI no se declaran ni se disparan; se implantan en la mente y se reproducen en silencio.”
Por Mario López
Ahome, Sin, México, 6 julio, 2025. En la antesala de los comicios de 2027, donde quince entidades federativas renovarán su poder ejecutivo local, México se adentra en un terreno que excede las reglas convencionales del juego democrático. Lo que emerge no es una contienda política en el sentido clásico, sino una sofisticada partida de ajedrez geoestratégico donde confluyen intereses criminales, tecnopolíticos, migratorios y financieros, articulados mediante un ecosistema de narcopoder que ha mutado con los tiempos: la Narcopolítica 5.0.
En este tablero, los acuerdos no se sellan con tinta, sino con silencios cómplices y estructuras que se difuminan entre lo legal, lo legítimo y lo letal. Según investigaciones internacionales como las de InsightCrime y organismos de seguridad estadounidenses, una parte significativa del financiamiento de campañas estatales en regiones como Sinaloa, Michoacán, Chiapas y Veracruz proviene de fuentes no trazables, muchas de ellas asociadas al crimen organizado. Las remesas que fluyen desde Estados Unidos, sumadas a capitales oscuros triangulados vía el nuevo entramado financiero del bloque BRICS, sirven como vasos comunicantes de un sistema de control territorial que opera con una eficacia que ya desearían muchas estructuras estatales.
Las investigaciones de periodistas independientes han documentado con lujo de detalle cómo actores vinculados al poder político actual se han reunido, en múltiples ocasiones, con emisarios de organizaciones criminales, particularmente en el noroeste del país. Estos encuentros no son anecdóticos: forman parte de un engranaje de protección recíproca, donde el control del territorio, la garantía de impunidad y el flujo de dinero están perfectamente sincronizados. La periodista Anabel Hernández reveló que durante las elecciones de 2021 se habría negociado el apoyo de una de las principales facciones del narcotráfico al partido gobernante, a cambio de blindaje institucional. Nada en el discurso oficial ha logrado desmentir de forma convincente tales acusaciones.
Mientras tanto, las campañas electorales han comenzado a experimentar un proceso de digitalización perversa. Bots, cuentas falsas, algoritmos de segmentación emocional y deepfakes han sustituido al mitin y al volanteo tradicional. La inteligencia artificial, lejos de democratizar el debate público, ha sido cooptada por operadores especializados en manipular la percepción colectiva en zonas marginadas, donde el acceso a información verificada es escaso y la desesperanza es abundante. Se trata de un experimento de ingeniería social a gran escala, donde la voluntad ciudadana es transformada en activo digital al servicio de un cálculo electoral milimétrico.
En paralelo, la migración masiva y la desarticulación del tejido comunitario que deja a su paso han allanado el terreno para que redes criminales se reconfiguren como estructuras de asistencia social alternativa. Allí donde el Estado abandona, el crimen organizado construye legitimidad. Y lo hace desde la escuela, el templo, el mercado, incluso desde las casas de campaña. En estos espacios, el mensaje no se debate: se impone.
El componente internacional añade otra capa de complejidad. El BRICS, bloque que concentra un tercio del PIB mundial, ha comenzado a fortalecer lazos económicos con América Latina. Pero esta expansión no viene exenta de opacidad. Los nuevos mecanismos financieros creados por la alianza permiten triangulaciones que evaden sistemas de fiscalización tradicionales, lo cual es aprovechado por actores políticos locales con vínculos oscuros. En estados como Guerrero, Zacatecas y Tamaulipas, el financiamiento de infraestructura estratégica podría estar condicionado por capitales cuyo origen se disfraza entre transferencias multilaterales y criptoactivos sin trazabilidad.
La ecuación se completa con un elemento psicosocial pocas veces abordado en los análisis convencionales: el miedo. No se trata ya del miedo individual, sino del miedo colectivo, sistemático, aprendido. La población de muchos municipios vive bajo la certeza de que votar en contra de ciertos candidatos puede implicar represalias. Y el silencio es la forma más elocuente de ese miedo. La democracia, bajo estas condiciones, se vuelve una farsa ritual, una escenografía vaciada de poder real.
Lo que está en juego en las elecciones de 2027 no es sólo la alternancia partidista en 15 estados. Es la posibilidad misma de rescatar el espacio político como terreno del disenso legítimo y no como extensión del dominio criminal. Comprender el verdadero alcance de este proceso exige una lectura de fondo, no de coyuntura: una que atienda a la forma en que el poder coloniza las emociones, enajena la voluntad y modela la conducta social. Y si algo puede contrarrestar ese proceso, es el acto radical de pensar con autonomía, de desobedecer narrativas impuestas, de transformar el miedo en conciencia lúcida y colectiva. Porque el silencio impuesto por la violencia sólo se derrota con la palabra que se levanta, con la acción que incomoda, con la memoria que no olvida.
Mario López Ayala is a senior Mexican journalist, geopolitical analyst, and applied psychologist at Phoenix24. His work bridges strategic intelligence, cyber-warfare, and AI governance with behavioral insight and mental health analysis. As an international speaker and strategic profiler, he has contributed to global forums on democracy, cognition, and digital disruption. Known for decoding power and perception, López Ayala connects narrative manipulation, societal resilience, and global security in the digital age. He is an active member of the United Communicators Organization of Sinaloa (OCUS).