La Farsa de la Renovación: Los Partidos Mexicanos y su Crisis Existencial
* El PAN, el partido más longevo del país, (incluso más que el PRI, aunque este último acumuló más años en el poder), fue en su momento un referente de lucha democrática
Políticamente Incorrecto/ Javier Opón
Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. – En el circo de la política mexicana, los partidos siguen representando el mismo truco con distinto disfraz. El reciente anuncio del Partido Acción Nacional sobre su “transformación” —cambio de logo, discursos grandilocuentes y la promesa de ir en solitario en el 2027— no es más que un intento desesperado por ocultar una realidad incómoda: los partidos políticos en México han muerto en ideales y en militancia, aunque siguen respirando gracias a los recursos públicos, recursos, que en teoría, deberían destinarse a fortalecer la vida democrática, en la práctica, estos recursos suelen terminar financiando cacicazgos locales y manteniendo a la clase política.
El PAN, el partido más longevo del país, (incluso más que el PRI, aunque este último acumuló más años en el poder), fue en su momento un referente de lucha democrática, sin embargo, su llegada a la Presidencia en el 2000 con Vicente Fox, y después con Felipe Calderón, marcó el inicio de su declive; lejos de consolidar un proyecto de nación, sus gobiernos fueron ampliamente cuestionados por su incapacidad para transformar las estructuras de poder y atender las demandas históricas de la sociedad. Hoy, el PAN es un fantasma en vastas regiones del país. En estados como Chiapas, estuvo a punto de perder su registro, y en otros que fueron sus bastiones, como Guanajuato o Querétaro, su presencia se sostiene más por inercia que por el respaldo ciudadano. Mientras anuncia que irá solo a las elecciones del 2027, en la práctica ha tenido que recurrir a alianzas para evitar la irrelevancia. Esta desconexión entre la retórica y la realidad no es exclusiva del blanquiazul: es el reflejo de una crisis que atraviesa el sistema de partidos mexicano. Este fenómeno no es exclusivo de un solo partido, todos navegan en el mismo barco a la deriva. Sus cúpulas han convertido a estas organizaciones en feudos familiares o negocios privados, donde las decisiones se toman entre cuatro paredes y los militantes de base son solo sirven en los eventos de campaña.
Morena, aunque hoy ostenta el poder, tampoco escapa a esta lógica, su supuesta “fortaleza” se basa más en el control de programas sociales y recursos públicos que en una adhesión genuina de la ciudadanía. Los partidos políticos mexicanos han convertido la militancia en un espejismo. El PAN, el PRI, el PVEM, Movimiento Ciudadano e incluso Morena —a pesar de su discurso de renovación— padecen el mismo mal: sus estructuras se han vaciado de ciudadanos y se han llenado de operadores políticos. Las bases, esas que antes creían en los proyectos colectivos, hoy se sienten utilizadas como escalera para ascensos personales.
Hoy México no necesita partidos que se renueven para sobrevivir, sino que evolucionen para servir. El verdadero cambio no comienza con un nuevo logo, sino con la madurez para reconocer que el sistema actual está agotado y que la única renovación que importa es la que devuelve la política a su esencia: el privilegio de lo colectivo por encima de los intereses personales.
La reciente “transformación” panista —y las similares que han intentado otros partidos— pecan de superficial. Cambiar un logo, ajustar el discurso o prometer que no habrá alianzas son esfuerzos cosméticos que ignoran el problema de fondo: los partidos han dejado de ser canales de representación ciudadana para convertirse en maquinarias electorales al servicio de sus dirigencias.
Mientras la ciudadanía exige seguridad, crecimiento económico y justicia, las cúpulas partidistas se enfrascan en luchas internas por acceder a las prerrogativas que el Estado les otorga. Los miles de millones de pesos que reciben los partidos anualmente no se traducen en proyectos para el país, sino en el sostenimiento de una clase política desconectada de la realidad.
¿Hacia Dónde Va el Sistema de Partidos?
La renovación verdadera no consiste en cambiar colores o eslóganes, sino en reconstruir el contrato social entre los partidos y la ciudadanía, urge un sistema que priorice el interés general, que recupere la confianza de la gente y que rinda cuentas de manera transparente.
México no necesita partidos que se renueven para sobrevivir, sino que necesitamos instituciones que sirvan para transformar. Mientras los líderes políticos sígan creyendo que un cambio de imagen es suficiente, el desencanto ciudadano seguirá creciendo. Y, tarde o temprano, la historia nos recordará que las estructuras vacías, por más que se pinten de nuevo, terminan por derrumbarse.