La gente común no nos hacemos sabios cuando envejecemos, ni santos cuando morimos
* Me ha dolido la muerte del Doctor José Manuel Mireles, porque tengo la impresión de que siendo un hombre justo, en vida no se vio retribuido con esa misma justicia
* No es mártir, pero sí fue víctima inocente de la barbarie peñanietista en la región de tierra caliente
Paty LV Notas*
Señores, la gente común no nos hacemos sabios cuando envejecemos ni santos cuando morimos. Lo ideal sería obligarnos a entender la naturaleza humana de nuestros semejantes y no intentar cambiarla para meterla en el molde de los prejuicios sociales. Somos muy dados a romantizar vidas que se han extinguido, cuando en realidad no tienen nada de románticas, cosa que nos hace caer en la hipocresía debido a nuestros tabúes ante la muerte. El flujo de la vida es de momentos, de claroscuros, de altibajos y, sobre todo, de constante movimiento y aprendizaje. Se justifica nuestra existencia cuando, a pesar de toda nuestra imperfección, reconocemos nuestras limitaciones y aceptamos el reto de cambiar nuestra historia, pero esa es una hazaña de la conciencia individual.
Me ha dolido la muerte del Doctor José Manuel Mireles, porque tengo la impresión de que siendo un hombre justo, en vida no se vio retribuido con esa misma justicia. Quizá me duela Mireles como me duele la iniquidad del mundo y sus sociedades.
Cuando todos caímos en el estupor, en la petrificación ante un escenario de violencia que nos rebasaba y veíamos a comunidades y ciudades ensangrentadas y en manos de los criminales, la naturaleza humana del Doctor le obligó a reaccionar y a tomar acciones que muchos prefieren llamarles “radicales” en lugar de “necesarias”, toda vez que lo “radical” etiqueta negativamente en un entorno de “buenas conciencias”, y lo “necesario” tendría que agradecerse en el bien común. Cuando Mireles tomó la decisión de armarse y organizar la autodefensa en su comunidad ante el embate del crimen organizado, lejos estaba de imaginar que el PRI gobierno peñanietista y el crimen funcionaban como equipo y, que en todo caso, el gobierno buscaba limpiar de autodefensas esa región de Tierra Caliente para que las narcoplazas de sus socios siguieran operando. Fue brutal para él descubrir esa verdad y todos fuimos testigos de cómo fue vejado e injustamente encarcelado con fabricación de delitos maquinados por gente muy perversa.
Es muy fácil juzgar la naturaleza humana de Mireles desde una zona de confort. Efectivamente, era un hombre rústico a pesar de su profesión, y en dos o tres ocasiones recientes dijo frases del argot machista que molestaron mucho a los colectivos feministas, las quejas derivaron en escándalo, descalificaciones a su persona y en una disculpa obligada por parte de él. Eso sí era muy mediático, pero ni la sociedad ni esos mismos colectivos le ha reconocido abiertamente su labor humanista para salvar vidas.
Un fuerte acicate que obligó a Mireles a enfrentarse con el crimen organizado fue precisamente el constatar que las historias de secuestro y violación de esposas e hijas iban en aumento. ¿Cuántas mujeres violadas? ¿Cuántas desaparecidas?.
El crimen pedía niñas cuando no se cubría la cuota de derecho de piso. Pero tal parece que la niebla cubre todo el horizonte y que la rigurosa sociedad es más proclive a ofenderse mucho con los dichos, ignorando los hechos que sí deberían trascender al individuo que tuvo el atrevimiento de querer cambiar el estado de las cosas, en ese sentido, tomar la determinación con toda valentía de emprender una lucha desigual contra el crimen, a fin de defender la vida de mujeres y niñas de la comunidad y de la región, significó una luz encendida en medio del infierno.
No, el doctor Mireles no fue sabio ni hoy es santo después de muerto. En todo caso fue una naturaleza imperfecta señalada por muchos que gustaban de magnificar sus defectos por todo lo alto. Tampoco puedo decir que fue como cualquier otro hombre, puesto que destacó en valentía y en amor al prójimo dentro de su género. No es mártir, pero sí fue víctima inocente de la barbarie peñanietista. Y, desde luego, fue grande en su digna rabia contra la violencia y la injusticia. La única forma que tenemos hoy de honrar su memoria, es ser justos con un hombre que en vida fue justo. Q.E.P.D. José Manuel Mireles Valverde (1958-2020).
Colaboración de Aarón Esparza*