“UN DÍA EN CULIACÁN”, CRÓNICA DE UN VISITANTE ANÒNIMO
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* Pero mientras tanto, los culichis continuarán saliendo a trabajar y seguirán trayendo el sustento diario para sus familias

Culiacán, la capital de Sinaloa, es una ciudad que ha sido testigo de la violencia y la inseguridad durante años. Como visitante, es impactante ver cómo la vida diaria se desarrolla en medio de un escenario de guerra.

Mi día comenzó con el sonido de balaceras en la distancia. Me asomé por la ventana y vi cómo una camioneta blindada pasaba a toda velocidad, seguida de un convoy de vehículos con hombres armados. Era solo el comienzo de un día que se convertiría en un infierno.

Mientras caminaba por las calles, vi carros quemados, casas balaceadas y restaurantes reducidos a cenizas. La gente pasaba de lado, sin siquiera mirar, como si fuera algo normal. Me pregunté cómo podían vivir en un lugar así, donde la muerte y la destrucción eran una constante.

Pero lo que más me impactó fue la actitud de “los culichis”. A pesar de todo, salían a trabajar, a traer el sustento diario para sus familias. No había rastro de miedo en sus rostros, solo una resignación, una aceptación de que así era la vida en Culiacán.

Vi cómo los niños jugaban en las calles, rodeados de policías y militares, sin siquiera mirarlos. Era como si hubieran perdido su capacidad de asombro, como si la violencia y la inseguridad fueran algo normal.

Pero no lo es. No es normal que la gente viva en un estado de guerra permanente. No es normal que los niños crezcan rodeados de violencia y muerte. No es normal que la gente tenga que elegir entre su seguridad y su sustento diario.

Culiacán es un recordatorio de que la violencia y la inseguridad no son solo problemas de México, sino de todo el mundo. Es un recordatorio de que debemos trabajar juntos para crear un mundo más seguro, más justo y más humano.

Pero mientras tanto, los culichis continuarán saliendo a trabajar, seguirán trayendo el sustento diario para sus familias, y seguirán viviendo en un estado de guerra permanente. Es una realidad que debemos enfrentar, y que debemos cambiar.

Culiacán, se ha convertido en un lugar donde la inseguridad y la violencia están al orden del día. El robo de autos y el despojo de los mismos son solo una parte de la realidad que enfrentan los habitantes de esta ciudad.

Muchos negocios han cerrado sus puertas definitivamente debido a la inseguridad. Las cortinas de los comercios ya no volverán a abrir, y con ellas, se van las oportunidades de empleo y el sustento de muchas familias.

Pero lo que es peor, son los daños colaterales que ha causado esta violencia. Docenas de familias han perdido a sus seres queridos, y la ciudad ha registrado más muertes que algunos países en guerra.

La situación es tan desesperada que incluso tocar el claxon de tu vehículo puede ser motivo suficiente para recibir una bala. La gente sale de sus casas cada mañana pidiendo a Dios que les permita regresar por la noche sanos y salvos.

Culiacán se ha convertido en una ciudad en estado de sitio. La presencia de grupos armados y la falta de autoridad han creado un vacío de poder que ha permitido que la violencia y la inseguridad se apoderen de la ciudad.

Mientras tanto, la gente de Culiacán sigue viviendo en un estado de miedo y ansiedad, esperando que algún día la paz y la seguridad regresen a su ciudad.

Venía de vacaciones a Culiacán por una semana, pero aguanté solo un día, el más eterno que he tenido en mi vida, tuve una crisis de nervios y la noche no tuvo mucha diferencia, balaceras por aquí, balaceras por allá, una noche muy larga, demasiado larga, esperando a que amaneciera para subirme al camión que me llevara a mi lugar de origen, ¿Cuándo regresaré a Culiacán?, la verdad se antoja muy difícil que lo haga.


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