De los portafolios a las mochilas: la evolución de un accesorio en el siglo XXI
* Era sinónimo de profesionalismo. Ejecutivos, abogados y burócratas lo llevaban en la mano, cargado de contratos, agendas y plumas estilográficas
* El portafolio, como los disquetes o los teléfonos de disco, es una reliquia de un tiempo que no volverá
Por Fernando Olivas Ortiz
Ciudad de México, 26 de abril de 2025.- A principios del siglo XXI, un cambio cultural y práctico marcó un antes y un después en la vida cotidiana de millones de personas: el portafolio, símbolo de formalidad y estatus profesional, desapareció gradualmente de las calles, oficinas y campuses universitarios. En su lugar, las mochilas, versátiles y funcionales, se convirtieron en el accesorio predilecto de jóvenes y adultos, relegando al olvido la rígida etiqueta de llevar documentos importantes en un maletín de cuero. Este fenómeno, más que una moda pasajera, refleja transformaciones profundas en la sociedad, la tecnología y los estilos de vida.
El portafolios, popularizado en el siglo XX, era sinónimo de profesionalismo. Ejecutivos, abogados y burócratas lo llevaban en la mano, cargado de contratos, agendas y plumas estilográficas. “Era un distintivo de seriedad, casi un uniforme para el mundo laboral”, recuerda Laura Méndez, historiadora de la moda en la Universidad Iberoamericana. Sin embargo, con la llegada de la era digital, los documentos físicos comenzaron a ser reemplazados por archivos en la nube, correos electrónicos y dispositivos portátiles. Las laptops, tabletas y Smartphone redujeron la necesidad de cargar folders abultados, y el portafolios, poco práctico para estos nuevos gadgets, empezó a perder relevancia.
A la par, los códigos de vestimenta en el trabajo se relajaron. Las oficinas de tecnología, como Google o startups mexicanas, promovieron ambientes informales donde el traje y el maletín dieron paso a jeans, playeras y mochilas. “Las empresas jóvenes querían romper con la rigidez corporativa. La mochila se volvió un símbolo de esa libertad”, explica Diego Ramírez, sociólogo especializado en tendencias urbanas. Este cambio no solo afectó a los profesionistas: los estudiantes universitarios, que antes aspiraban a emular la estética de los portafolios, adoptaron mochilas para llevar libros, laptops y hasta botellas de agua, un accesorio que combinaba estilo y funcionalidad.
Las mochilas, con su diseño ergonómico y capacidad de distribuir el peso en ambos hombros, se adaptaron mejor a los ritmos acelerados del nuevo milenio. En las ciudades, donde el transporte público y las caminatas largas son parte de la rutina, colgarse una mochila al hombro o la espalda ofrecía comodidad que el portafolio nunca pudo igualar. Marcas como Herschel, JanSport y Totto capitalizaron esta tendencia, lanzando modelos con compartimentos para laptops, puertos USB y telas resistentes al agua, atrayendo a un público diverso. “La mochila dejó de ser solo para estudiantes. Hoy la usan desde adolescentes hasta directivos de 50 años”, señala Ana López, analista de mercado en una consultora de moda.
El impacto cultural de este cambio también se refleja en la desaparición de la etiqueta asociada a los portafolios. Antes, llevar un maletín implicaba cierto prestigio, una señal de que se manejaban “asuntos importantes”. Pero la digitalización y la democratización de la tecnología hicieron que esa distinción se diluyera. “Ahora, lo importante no es lo que cargas, sino lo que sabes hacer con lo que llevas en tu mochila: tu laptop, tus ideas, tu creatividad”, apunta Ramírez. Incluso en sectores tradicionales como el derecho o la banca, donde el portafolio resistió más tiempo, las nuevas generaciones han optado por mochilas ejecutivas, que combinan un diseño sobrio con la practicidad moderna.
Este cambio también tiene un trasfondo económico y social. En México, el auge de las mochilas coincidió con el crecimiento de la economía gig y el trabajo freelance. Conductores de plataformas, repartidores y creadores de contenido necesitan llevar consigo desde cargadores hasta equipo de grabación, algo que un portafolio no puede contener. Además, las mochilas son más accesibles: mientras un maletín de cuero podía costar miles de pesos, una mochila funcional se consigue por menos de 500, haciéndola una opción viable para las clases medias y populares.
Sin embargo, no todos celebran la extinción de los portafolios. Para algunos nostálgicos, como Jorge Castillo, un contador jubilado de 68 años, el maletín era más que un accesorio: “Era parte de mi identidad profesional. La mochila me parece práctica, pero le falta elegancia”. A pesar de estas voces, el consenso es claro: el portafolio, como los disquetes o los teléfonos de disco, es una reliquia de un tiempo que no volverá.
Hoy, las mochilas dominan el paisaje urbano, colgadas en los hombros de estudiantes que corren al metro, profesionistas que trabajan en cafeterías y viajeros que exploran el mundo. Este accesorio, que alguna vez fue un artículo secundario, se ha convertido en un ícono de la versatilidad y la adaptación a un mundo en constante cambio. Mientras el portafolio descansa en el museo de las costumbres olvidadas, la mochila sigue cargando no solo objetos, sino las historias de una generación que prefiere la practicidad sobre la formalidad.