CARNAVAL DE MAZATLÁN 2019 EL MÁS IMPORTANTE DE MÉXICO
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Revista InterContinental
Ciudad de México
Rafael Báez Molina

Hoy en día el carnaval de Mazatlán con más de 100 años de existir, se ha convertido en el más importante de México y es considerado el tercer mayor carnaval en el mundo. Del 28 de febrero al 5 de marzo se realizó esta gran fiesta en Mazatlán. Seis días a ritmo de banda sinaloense, carros alegóricos, mucha fiesta y el “Combate Naval”, una representación de la ocupación francesa en un show de fuegos artificiales. Las calles del pintoresco Malecón frente al mar y en el Centro Histórico, fue el marco de la coronación de la Reina y de los famosos desfiles.

Karla II, soberana del Carnaval Internacional de Mazatlán 2019, “Equinoccio: El renacer de los Sentidos”, fue coronada en medio de una lluvia de juegos pirotécnicos que iluminaban el firmamento en su honor.

El Gobernador del Estado de Sinaloa, Quirino Ordaz Coppel, y su esposa, Rosy Fuentes, impusieron la corona y cetro a Karen II, acompañados del alcalde Luis Guillermo Benítez Torres y su esposa, Gabriela Peña Chico. La soberana lució un vestido rojo que simboliza la luna y el sol, cuya cauda lo hizo resaltar.

Como preámbulo a la llegada de la Reina del Carnaval y las princesas reales, Anahí, Fanny, Gabriel y Karen, se deleitó al público con un espectáculo en que rindieron homenaje a destacadas mujeres, entre ellas, la Madre Teresa de Calcuta, la princesa Diana, Eva Perón, Juana de Arco y Marilyn Monroe. En el escenario hicieron su pasarela las reinas embajadoras de México y varios países.

El show de Emmanuel y Mijares cautivó a los miles de asistentes. Le cantaron a la reina Karla II, además de saludar a Quirino Ordaz y al alcalde Luis Guillermo Benítez.

Por otra parte, Dania Zataráin fue coronada como Reina Infantil en el Estadio de Beisbol Teodoro Mariscal. Además Estrella Iñíguez se quedó con el título de Reina de la Poesía. Las dos niñas lucieron espectaculares con sus vestidos corte princesa, en el caso de Dania su muñeca “Lucy” la acompañó hasta el último momento.“Mi muñeca me la regalaron hace muchos años cuando era una niña muy chica, siempre la tengo conmigo en los momentos importantes, por eso está aquí conmigo, siento que es mi mejor amiga”, compartió emocionada.

Historia del Carnaval de Mazatlán

Durante los cinco días previos al miércoles de ceniza de cada año los mazatlecos celebran su máxima fiesta. En 1998 el carnaval de Mazatlán cumplió un siglo de existencia en su fase moderna. Cada año, en las fechas de carnestolendas, Mazatlán se transforma no sólo por los adornos que se instalan en algunas de sus calles sino también por la evidente actitud de la población predispuesta a la alegría.

La Banda del Recodo de Cruz Lizárraga es un antecedente más directo de la música grupera que los ritmos tropicales y salseros; el baile del caballito o la quebradita puede ser tan vistoso como cualquier danza folklórica.

El Carnaval de Mazatlán se distingue de los otros carnavales del país y del mundo, porque aquí la diversión se ofrece al ritmo de la “banda”; la música de la Tambora regional que de Sinaloa ha trascendido al mundo a través de lo que hoy se llama “la onda grupera”. Además, el programa de esta fiesta, como caso excepcional, incluyó actividades de carácter cultural (certámenes de poesía, premio de literatura y espectáculos de enorme calidad artística), con los que la fiesta se extiendió a todos los sectores de la población abarcarcando toda la gama de gustos de los porteños y turistas.

Todo ello bajo la influencia de variados géneros musicales. La onda grupera, la banda sinaloense, el mariachi, “los chirrrines” (conjuntos de música ranchera y norteña), la balada, el bolero y el rock convivieron en una inusitada promiscuidad. Sin menospreciar géneros.

Las modificaciones que ha sufrido a lo largo de la historia no han alterado el carácter original de esta fiesta popular. Sólo cambió el escenario de su realización, por razones de espacio, al crecer el número de habitantes del puerto. Ahora el escenario principal de la fiesta lo constituyen el Paseo de Olas Altas y el Claussen, justo al pie del mar. La avenida costera, en esos tramos, se cierra al paso de vehículos para construir en su interior un paréntesis a la vida cotidiana, una temporada de excepción en el que algunas reglas sociales se vuelven laxas, en el que situaciones que normalmente son mal vistas se toleran, en un ambiente de seguridad que da como resultado fiestas en sana paz.

Todas las noches comprendidas entre el viernes y el martes de carnaval, Olas Altas y el Paseo Claussen se convirtieron en un gigantesco centro de reunión y baile junto al Océano Pacífico, Kilómetro y medio de avenida cerrada a la circulación de vehículos, miles y miles de personas ingresaron a todo lo largo del paseo donde distribuyeron numerosos templetes sobre los cuales se presentaron diversos grupos musicales y los “disco móviles” reproduciendo sus cd´s.

Poco antes del banderazo carnavalero, la reina de la fiesta debe ser elegida. Para seleccionar a la mujer, representante de la insólita monarquía festiva, los porteños han practicado toda clase de métodos, desde el típico concurso de belleza hasta la acumulación de votos. La candidata ganadora del segundo lugar en la competencia es designada Reina de los Juegos Florales. También participan de esta mecánica las niñas aspirantes al reinado de la infancia y los caballeros aspirantes a ocupar un sitio en la historia carnavalera del puerto personificando a los feos porteños, con el título eufemísticamente conocido como Rey de la Alegría.

Para coronar a las majestades carnavaleras, el estadio de béisbol de la ciudad se transforma: un enorme escenario se levanta en medio del “diamante”, se diseñan escenografías para cada una de las coronaciones, se colocan torres y travesaños de luces, bocinas y monitores, rampas y niveles. El grito de “¡Play Ball!” es sustituido por la tercera llamada. Se conjugan, de este modo, dos grandes pasiones mazatlecas: el béisbol y el carnaval.

Nacimiento de la tradición moderna de carnavales en Mazatlán. En 1898, el carnaval pasó de ser una celebración realizada espontáneamente por los habitantes del puerto a ser una fiesta gobernada por un comité civil, una “Junta”, creado para este propósito. Este rasgo lo convierte en el carnaval más antiguo del país de los que se organizan de esta manera.

El 22 de febrero de 1898, se abrió paso, entre la multitud arremolinada en las calles de la plazuela Machado, la primera procesión de carros y bicicletas adornadas de esta historia. Para introducir un aire fársico al festejo, Gerardo de la Vega fue ungido rey de la locura y se realizó un concurso entre los vehículos decorados que desfilaron. Era este el primer carnaval organizado por un Comité. El juego de la harina llegaba a su fin y se daba inicio la tradición moderna del confeti y las serpentinas en las carnestolendas mazatlecas.

El origen del carnaval en Mazatlán. Se celebra prácticamente desde la llegada de los primeros pobladores. Todo el siglo XIX, los mazatlecos hacían, de los días previos a la cuaresma, una isla para poner en práctica los excesos prohibidos el resto del año; las conductas consideradas pecaminosas, las señaladas con índice de fuego salían a relucir antes de refugiarse en el marasmo de la culpa religiosa. No había autoridad que pudiera detener la celebración, si acaso conseguía minimizar los desmanes por medio de policías montados y obtenía recursos mediante el cobro de impuestos por uso de disfraz.

El 12 de febrero de 1827 en Mazatlán se realizó un “convite, mascarada, y comparsa” en el que participaron los soldados que vigilaban el puerto. Esta celebración es la más antigua de que tenemos razón y da cuenta del antiguo arraigo del carnaval en este puerto. Ese suceso está documentado en un Informe del Comandante del Escuadrón de Mazatlán, Capitán Juan Antonio Muñoz. Fue, paradójicamente, un acto de protesta de “la tropa para exigir el pago de sus haberes”, que degeneró en pachanga, según la descripción que el comandante Muñoz hizo llegar al jefe de la oficina de hacienda.

Según las crónicas antiguas, el martes de carnaval un tropel de cuarenta o cincuenta mazatlecos enmascarados, vestidos con una larga túnica y ataviados con un gorro de cono, a pie o montados a pelo de burro, recorrían las calles de la ciudad en son de gresca, diciendo chistes, improvisando canciones irónicas, introduciéndose en los domicilios y llevando a feliz término las más estupendas y ruidosas payasadas a costilla de los vecinos. A su paso iban dejando una estela de harina y colorantes, embadurnando por doquier el paisaje y al paisanaje que se les atravesara en el camino. Así se daba fin y remate a la fiesta de la locura.

La práctica de los llamados Juegos de Harina adquirió mayor vigor en las últimas décadas del siglo XIX. Los juegos se celebraban en sitios públicos o en “tertulias” privadas. En las fiestas de disfraces salían a relucir “los agasajos”, cascarones rellenos lo mismo de oropel picado, que de harina y sustancias colorantes. Al parecer ni las amenazas de epidemias detenían su realización, mucho menos las prohibiciones de la autoridad. Cuando por orden del ayuntamiento no podían efectuarse en los centros sociales o en las calles, los festejos se organizaban en las casas. Para entonces, el tropel original se había dividido: Para divertirse, el populacho mazatleco formaba dos bandos: los del “Abasto” y los del “Muey”. La ciudad se partía en dos grandes facciones. Los del “Abasto” controlaban de la calle del Faro (hoy 21 de marzo) a la de Tiradores (hoy Zaragoza); el terreno de los del “Muey” iba de la del Faro a la Playa Sur. En carretas y carruajes cubiertos con lonas, enarbolando banderas de colores chillantes, los contendientes enmascarados incursionaban en los barrios contrarios en donde se desarrollaban singulares batallas con cascarones rellenos de harina como proyectiles.

Bajo el auspicio del porfiriato, Mazatlán se convirtió en una rica y próspera ciudad que se preciaba de ser culta y educada, obstinada en adquirir las costumbres que proyectaban “buen tono”. En las proximidades del siglo veinte, montado el puerto en el caballo de la modernidad, hacía falta eliminar el reducto más resistente de la barbarie, el atavismo que se negaba a caer presa de los encantos del progreso: el Juego de la Harina. En los salones, en las tertulias, en la prensa, muchas voces se pronunciaron por su erradicación.

En varias ocasiones, las autoridades municipales se veían impelidas a emprender campañas para suprimir el juego, prohibiéndolo por decreto; pero, el extraordinario arraigo y popularidad de la festividad entre los habitantes impidió cualquier tentativa. Los intentos por prohibir el juego de la harina fracasaban una y otra vez. Cuando se difundió profusamente el rumor de que uno de los “bandos carnavaleros”, en 1897, quería dinamitar el cuartel del bando contrario, la autoridad y la “culta sociedad” iniciaron la ofensiva final contra esa modalidad carnavalera. Si no era posible eliminar la fiesta habría entonces que transformarla, cambiar la harina por el confeti, la serpentina y el oropel; los cascarones por los agasajos; las incursiones de los del “abasto” y los del “muey” por desfiles alegóricos.

Para beneplácito popular, la celebración se convirtió en institución, se volvió asunto de interés público. La autoridad y quienes antes se opusieron al “desorden carnavalero” lo hicieron suyos. El Ayuntamiento no sólo no lo prohibió más, empezó a financiarlo. Los señorones se organizaron desfiles para lucirse como reyes. Las incursiones populares en ellos, por medio de las llamadas comparsas chuscas, evitaron que las procesiones cayeran en la solemnidad. El pueblo terminó por aceptar los cambios: ¡qué más le daba dejar la harina y usar confetis si al fin se le permitía sin tapujos y sin riesgos armar el jolgorio por las calles! Los cascaronazos continuaron, aunque rellenos de confeti, y el disfraz de “mascarita” se volvió símbolo.

Los Juegos Florales de Mazatlán. La Primera Exposición Regional del Noroeste, efectuada en 1925, fue el primer intento para impulsar la deteriorada economía mazatleca. En el marco de esta exposición, a propuesta del Dr. Rafael Domínguez y el Ing. Alfredo Alvarez, la sociedad literaria “Vesper” colaboró con los organizadores de esa feria, convocando a un concurso poético que dio origen a los Juegos Florales; tres años después, en 1928, por primera vez un concurso de esta naturaleza se integraría al Carnaval, como un preludio cultural al jolgorio generalizado. En 1934 se organizó un segundo certamen, pero no fue sino hasta 1937 cuando empezó la verdadera consolidación de la gaya fiesta en carnaval. Desde entonces se determinó que la fecha de su celebración sería el viernes previo a la quema del Mal Humor.

En las etapas iniciales de los Juegos Florales se premiaba poemas de formas clásicas; a partir de los años setenta del siglo XX se otorga la llamada flor natural a poemarios de formas y temáticas libres. Han sido ganadores de este certamen poetas originarios de diversos estados de la república, entre los que destacan Miguel N. Lira, Elías Nandino, Enriqueta Ochoa, Ernesto Moreno Machuca, Abigael Bojórquez, Dolores Castro, entre otros. Quien más flores naturales ha cosechado ha sido el poeta sinaloense, de origen campechano, Carlos Mcgregor Giacinti. Desde 1973 el certamen poético lleva el nombre de “Clemencia Isaura”.

En sus inicios el carnaval no estaba diseñado para un público infantil, fue en febrero de 1900 cuando se verificó el primer desfile infantil de carnaval cuyos menudos tripulantes iban vestidos de fantasía y disfraces variopintos. En los años que siguieron se repitió con bastante irregularidad esta manifestación infantil, pero en cambio no transcurrió mucho tiempo antes de que niños mazatlecos fueran solicitados como cortesanos carnavaleros y figuraran en compañía de adultos a bordo de carros alegóricos y comparsas del desfile principal.

En la década de los veinte se organiza por primera vez una versión infantil del carnaval mazatleco, reproduciendo las formas del carnaval adulto pero sin sus excesos: se eligieron monarcas, se realizaron desfiles, concursos de disfraces de fantasía y bailes. Esta modalidad festiva sólo se realizó unos cuantos años y la chiquillería mazatleca tuvo que esperar algunas generaciones para ejercer de nueva cuenta su derecho a participar en un carnaval exclusivo.

La monarquía infantil se integró oficialmente al calendario de Carnaval en 1968 y su elección se ha determinado mediante una competencia de votos económicos. Al igual que en aquella primera manifestación de 1900.

Para la elaboración de este artículo se recopiló información de medios de comunicación, así como de Enrique Vega Ayala, Cronista Oficial de Mazatlán y del Instituto de Cultura, Turismo y Arte de Mazatlán.


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